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El pastor Humberto y el fin de un metarrelato

Publicado: 2016-01-20

Qué te digo varón, eran otros tiempos. Íbamos a conquistar el mundo para Cristo desde la política, así se lo reveló Dios al Ps. Humberto. Ese culto mi hermano, aquel momento en que anunció su postulación fue lo máximo: las alabanzas, la prédica, las palabras proféticas. Todos en un mismo espíritu, dispuestos a ganar el Perú para la gloria de Dios. Qué importaba el pasado, los discursos antiguos de no meterse en las cosas del mundo, la decepción del “Chino” y su fuga, nada que recordar de la traición de su primer gobierno, el pobre de García y García. En fin, lo anterior era una prueba previa, el caminar en el desierto antes de Canaán. Humberto nos llevaría a la tierra prometida mientras la antigua generación del buen Arana moría. No te hagas, tú y yo lloramos al ritmo de “Enciende una luz” mientras las velas iluminaban un templo repleto de nuevas esperanzas, las mismas que nos juntó a todos frente al Palacio de Justicia en aquella inefable reunión por la proclamación de un Perú con valores.

Aquella noche era el inicio de una nueva época para nuestro país y para el mundo. Era el tiempo y el momento, la oportunidad que a todos nos hermanaba. Los evangélicos en la política transformaría las estructuras, pondrían a cada ciudadano en la senda de la salvación. La “reserva moral del país” mi hermano. Evangelizaríamos con nuestro testimonio, nuestra sola presencia firme y cristiana sería el portentoso inicio de una nueva era. Nos imaginábamos gobernando, dirigiendo, predicando desde el púlpito y la curul. Todos para Cristo, Cristo para todos los peruanos. Así, las bondades y los éxitos de nuestras iglesias se extenderían a la vida del país. Una fe, una prédica, una visión en manos de un hombre que emulaba al mismo Josué a punto de entrar en la tierra prometida.

¿Recuerdas la vez aquella en que le pusimos nombre al partido? Portentoso en verdad, llamados y comprometidos para restaurar a la nación de sus antiguas heridas generadas por la incredulidad y la falta de valores. Convocamos a tantos a compartir la misma visión. Entonces creían en nosotros y nosotros en todos. Por fin el Perú sería alcanzado a través de la conversión a Cristo, de una ética nacional sin corrupción. Todos soñábamos con un país diferente. Podríamos hacer múltiples acciones desde el Congreso, los Ministerios, las alcaldías, los consejos regionales, en fin. El Espíritu Santo parecía acompañarnos, íbamos victoria tras victoria, las iglesias se unían al ideal, al sueño, a la visión que en palabra profética le fue dada al pastor Humberto. Estábamos en la brecha, luchábamos cada punto, construíamos los muros de una nueva Jerusalén cual Nehemías. Dios le había revelado al pastor que sería presidente y sabíamos que lo cumpliría.

Todas las iglesias nos abrieron las puertas. Conseguimos las firmas, acaparábamos los púlpitos, frecuentábamos los canales de televisión cristianos. La ayuda vino de todo sitio, en especial de los gringos. Nosotros bendecir ministerio, nosotros apoyar pastor Humberto. ¿Buenos tiempos no? Plata no faltaba sino manos para distribuir tanto trabajo. Comenzamos con 1% y de ahí a subir y subir. Nada de negociar con la corrupción, la crisis de valores, la homosexualidad o el pecado de adulterio. El pastor declaraba victoria y las palabras proféticas se extendían en todo lugar: Dios haría un gran cambio nacional. Los sueños y las visiones de numerosas hermanas confirmaban nuestros esfuerzos. Preferíamos no mirar las encuestas, sabíamos que Dios haría su obra. Si pudo parar el sol y la luna también podría intervenir espiritualmente a través de las jornadas de oración de múltiples grupos en las congregaciones que nos apoyaban.

Pero los resultados mi hermano, los resultados. Vaya a ver ese pequeño 4% que reunía a todos los evangélicos pero que no era suficiente. Se supone que éramos más del 12% según las muchas estadísticas que sumamos en cada una de nuestras iglesias ¿Falló Dios? ¿Fallaron las palabras proféticas? Todos nos preguntamos qué había salido mal. Si Dios estaba con nosotros ¿por qué perdimos entonces? Un hermano explicó que al pastor Humberto Dios le había dicho que sería presidente, pero no le dijo cuando (ja ja ja). Entendimos, obedecimos; pero teníamos congresistas, era un inicio. Una pequeña recompensa luego de tanto trajinar. Muchos esperaban más, todavía éramos una unidad. Las profecías se reinterpretaron, los sueños tuvieron que ser nuevamente descifrados y varios asesores cambiaron, era necesaria una nueva forma de pensar alcanzar y lograr la visión de Dios.

¿Te acuerdas? La palabra profética de una hermana había indicado que era importante comenzar en Lima (Jerusalén, Samaria, Galilea y hasta lo último de la tierra…según la Palabra). El pastor Humberto postuló, seguíamos siendo una unidad, más que vencedores, cabeza y no cola, llamados a servir, luz a las naciones, reyes y sacerdotes. Nosotros teníamos la solución, pero el Mudo, ¡ay el Mudo! Mira que nos sacó el ancho y el largo en Lima, y los demás candidatos (los no cristianos, esos que llegaron con buena voluntad y sin dejar nada de ganancia para la iglesia) se llevaban todo el esfuerzo. Esa campaña fue dura, perdida desde el inicio. “El mudo” era cosa sería. “Somos la segunda fuerza electoral del país” decía nuestro amado Pastor, todos sabían que no era cierto. Y mira que el pastor gringo de Surco premiaba a nuestra competencia luego de ser nuestro aliado. Negociar era la forma. Había que hablar con los no-creyentes, lo hicimos. Toleramos reuniones con distintos credos, confesiones, ateos incluso. “Los caminos de Dios son inescrutables” nos decíamos. Tuvimos que incorporar nuevos textos bíblicos que explicaran la situación. Fuimos captando adeptos a cambio de promesas. Un cargo aquí, un pacto por allá, para sobrevivir era necesario intercambiar. ¿Y los valores? Pues había que reinterpretarlos también.

Dos fracasos mi estimado, dos rotundos fracasos. Más de uno se fue. Larga fue la agonía hacia una nueva elección. Luego de la tercera derrota aparecieron más candidatos evangélicos pero que querían trabajar aparte ¿Y la unidad? Emergió un pastor llamado Julio que, sin necesidad de partido, nos robó voto tras voto, pero sólo quería el congreso, por el momento. Al pastor Humberto no le pareció mala idea, postuló. Una batalla más, un esfuerzo más, ya no era lo mismo. ¿Aliarse a los no cristianos? Una necesidad y la urgencia de nuevas interpretaciones bíblicas para explicar este nuevo proceso. Iniciar una nueva campaña, intentar convencer a todas las personas posibles, buscar iglesias aliadas, no mi hermano, vamos a apoyar a Ps. Julio, no mi estimado, el APRA ha venido a visitarnos, en otra ocasión varón, ahora tenemos la visita del Mudo, disculpe pero ahora no, vuelvan en otro momento, etc. Fue complicado pero el Ps. Humberto logró alcanzar el Congreso. No fue el único evangélico, parece que Dios también había escogido a otros más.

¿El inicio del fin? Gobernar es negociar pues varón, contratamos a buenos intérpretes de las Escrituras, otorgamos los favores necesarios para no perder las pocas bases políticas que teníamos. Una ley, dos Seminarios bíblicos convertidos en Universidades, los favores no tan éticos para algunos aliados, Dios los juzgará, nosotros no podemos según la Escritura. Mientras tanto, la ministra Ana nos robaba protagonismo, el Ps. Julio se radicalizaba y con ello acaparaba más cámaras y simpatías. ¿Nosotros? Una negociación aquí, una negociación allá, la iglesia secretamente dividida, uno que otro comentario suelto: “Él es pastor, no político, se ha confundido con su llamado”. La comisión de Ética, los narcoindultos, las cuestiones que debían pasarse por alto en nombre de la sobrevivencia política. No era tan fácil estar en el poder. De pronto todo el mundo quería irse de la visión. Nuestro buen Humberto sin saber qué hacer, regresemos a la Iglesia pastor. No quería, ya le había gustado el carro, la buena casa, los contactos, los viajes, la capacidad de decidir, el rico poder...también nos había gustado a nosotros. Sus prédicas tan magras, rutinarias, vacías. Todas sus fuerzas estaban en ese sueño que ya no unía a los evangélicos ¿ahora nos llamamos cristianos verdad? Los medios y la bendita izquierda tan suspicaz en las negociaciones que nuestro buen Humberto tenía que hacer en nombre de Dios y de la visión.

Mi hermano, estos últimos años mira que han sido difíciles, todo lo que hemos tenido que hacer: botar a los rebeldes, expulsar a los críticos, suspender a los falsos profetas, re-adoctrinar a la gente nueva (cada vez menos), desarrollar múltiples sutilezas, destacar en ambigüedades. Ya no es tan fácil. Sí, obedecemos como siempre mientras en silencio pensamos ¿Se habrá equivocado Dios, se habrá equivocado el Ps. Humberto?

¿Y ahora qué varón? Pues parece que la visión es relativa a como la interpretes. Ahora lo compartimos pocos, aliados a un tipo con tanta plata que nos puede asegurar una buena chamba. Sí, a estas alturas ya no importa de donde venga, es mejor no saber. Sometidos fíjate, sumisos a un no creyente, ¿y lo de cabeza y no cola?, prefiero no explicar. Basta con decir que es un “hombre cerca a Dios”, lo demás sería mentir. Qué te digo, si gana habrá chamba para todos y los que se fueron volverán, sobretodo esos que aparecieron en la televisión con su acto simbólico ese, tan ridículo (ja ja ja). Hay que preparar las respuestas teológicas, las frases adecuadas, no olvides que tenemos que juntar a la gente y avisar a los “tú ya sabes” para que vigilen a los que andan cuestionando al ungido. A ver si ganamos algo para estos cinco años que vienen. Mira que ya me toca otro carrito y quizá una nueva casa porque las otras dos las tengo alquiladas.

¡Salud pues varón! Tranquilo, yo pago la cuenta; siempre que me dejes presentar a mi buen Humberto en todas las iglesias de tu denominación ¿Un carguito y una ofrenda? Pues claro, solo indica qué y cuánto.


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Reflexiones

Reflexiones sobre la comunidad evangélica peruana y su incidencia en la política.