¿Evangélicos o cristianos? Crisis de paradigmas
Apuntes sobre la dinámica religiosa peruana y la caducidad de términos para interpretarla
¿Empieza a caer en desuso el término “evangélico”? Cada día son menos las personas que se autodenominan de este modo y en su lugar prefieren el de “cristiano”. Aunque en nuestra formación elemental se nos haya enseñado que “cristiano” puede ser un católico, un protestante o un ortodoxo (cada una con sus respectivas variantes), parece que estas concepciones básicas son simplemente pasadas por alto por parte de una población en aumento. El “cristiano” (evangélico para nuestros modelos de clasificación clásica) realiza en su declaración una marcada distinción entre las diferentes expresiones de los seguidores de Jesús y ellos; cuando escuchamos a alguien decir “soy cristiano” parece ser que – de modo implícito – está haciendo un deslinde radical entre los “verdaderos seguidores de Cristo” y los demás.
Aunque el término "evangélico" siga siendo útil para hacer distinciones con grupos religiosos comos los mormones o testigos de Jehová, los nuevos actores sociales ahora autodenominados "cristianos" y sus incursiones en diferentes ámbitos más allá del eclesiástico permiten observar que el concepto en cuestión resulte cada día más insuficiente. Así, los autodenominados "cristianos" hacen - en el discurso y en la praxis - una clara distinción con quienes nosotros catalogamos en una misma clasificación. Puede que esta actitud nos parezca segregadora, pero en realidad no carece de sentido, pues tanto su discurso como su forma de vida posee una marcada diferencia con lo que se ha definido hasta el momento como evangélico (incursión en política, discurso exitista, ausencia de lenguajes apocalípticos, entre otros comportamientos pertinentes a estudiar en otra ocasión).
El pujante grupo que hasta el momento solemos clasificar intelectualmente como “evangélicos” hoy se autodenominan “cristianos” y proclaman en sus acciones una distinción que se irriga en los diferentes ámbitos sociales al punto que, hoy en día, una persona que escucha a alguien decir “soy cristiano” no hace aclaración alguna respecto al concepto básico de este término, simplemente asume esta definición como explicación de una forma de fe.
¿Cómo interpretar estos giros lingüísticos? Resulta interesante que el lenguaje estándar y sus conceptos ya no resistan las nuevas dinámicas religiosas. Es decir, nos encontramos ante una situación que solo es una pequeña muestra de los notables cambios en lo que antes podíamos llamar con tranquilidad “mundo evangélico en el Perú”. Hoy, intelectuales y personajes notables pueden realizar todos los esfuerzos posibles por hacer las precisiones y aclaraciones pertinentes respecto a las distinciones, pero estas sólo son válidas en círculos tan pequeños que simplemente se diluyen o se convierten en anacronismos. Por el contrario, la dinámica religiosa construye desde el habla cotidiana nuevas significaciones que desbordan cualquier intento – por el momento – de clasificación.
La aparente caducidad de un término tan importante como el analizado aquí nos puede indicar que estamos ante el inicio de una “crisis de paradigmas” tanto en nuestras formas de interpretación como en el otrora llamado “mundo evangélico” (vale indicar que la clasificación “protestante” nunca fue del todo aceptada por la comunidad a la que hacía referencia). En otros términos, nuestras usuales terminologías y acercamientos empiezan a resultar insuficientes y con poca o ninguna conexión con la dinámica religiosa que se vive en el Perú actualmente. Así, el término “evangélico” empieza a resultar obsoleto y progresivamente va siendo reemplazado por el de “cristiano”. Ahora bien, nos encontramos en una transición donde los nuevos términos son ya la antesala de una dinámica que requiere nuevos instrumentos de análisis, los cuales no necesariamente deben salir de construcciones intelectualoides (tal es el caso de los fracasados conceptos como “pentecostalismo”, “neo-pentecostales”, “carismáticos”, etc. Reconocidos en ámbitos académicos y multitudinariamente ignorados en el habla religiosa peruana) sino que deben contemplar los usos del lenguaje propios de lo que hasta ahora hemos estado llamando “evangélicos”.
Según lo expuesto, podemos decir que los esfuerzos académicos de clasificación de este ámbito religioso - de no cambiar en su análisis - están condenados a convertirse en "academicismos" carentes de sintonía con la dinámica hasta hoy llamada evangélica. Queda como tarea pendiente la toma de estos giros lingüísticos para una interpretación más adecuada del acontecer religioso al que hacemos referencia.