LOS VOTOS EVANGÉLICOS O "CRISTIANOS"
Reflexiones en torno a la campaña electoral 2015-2016
Ha iniciado una nueva campaña electoral y la lucha por la captura de votos será una competencia más salvaje que la búsqueda de un asiento en el Metropolitano. En este escenario, podemos observar el acercamiento de los candidatos a diferentes sectores poblacionales, uno de ellos el evangélico. Como ya se ha hecho evidente, la comunidad referida tiene una organización tribal (no un Papa sino muchos Papas, como diría en son de burla un católico exasperante), pese a los incontables esfuerzos de apóstoles, pastores, líderes políticos salidos de las iglesias, etc. por forjar una jerarquía evangélica nacional. Sin embargo (y contrario a la recomendación sociológica de evitar las tipologías), podemos clasificar esta masa votante en tres grandes grupos, dos de los cuales merecerán toda la atención de los candidatos presidenciales, recibirán un sinfín de promesas para finalmente ser desconocidos en sus pedidos una vez que el político respaldado consiga el poder.
Las denominaciones e iglesias despóticas: la voluntad de este “mega grupo votante” emana del pastor o apóstol. Los participantes de estas megaiglesias han entregado su criterio propio y voluntad política en el criterio de la máxima autoridad eclesial. La voz del pastor o apóstol, al ser la voz de Dios, es la mejor guía para las elecciones de cualquier tipo (políticas, espirituales, familiares, emocionales, sentimentales, económicas, laborales, etc.). Este grupo votante, por ser el más numeroso y sumiso, representa una suculenta presa para los partidos o agrupaciones políticas interesadas en forjar alianzas electorales o llegar a la presidencia. Aquí podemos colocar a las iglesias apostólicas, neo-pentecostales y carismáticas como “Camino de vida”, “Agua viva”, “Emmanuel”, “Movimiento misionero mundial” entre otras. Cabe destacar que personalidades como Humberto Lay tiene aquí una gran cantidad de votos cautivos, aunque el APRA posee también una importante masa de seguidores provenientes de este sector. En el caso de Keiko Fujimori, ha perdido mucho en este sector tras su pronunciamiento a favor de la Unión civil (situación que favoreció enormemente a Julio Rosas en sus ambiciones de aglomerar bajo su voluntad los intereses políticos de toda la población evangélica).
Las denominaciones e iglesias oligárquicas: corresponde a las iglesias en que el poder se ve representado por un reducido grupo de líderes que dirigen los destinos de toda una comunidad. Este grupo, aunque importante y lento en su accionar, se encuentra fragmentado pues cada uno de sus líderes moviliza una cantidad importante de la población evangélica. Un claro ejemplo de estos sistemas eclesiales y su participación política es la presencia del congresista Julio Rosas, quien fue apoyado solo por un sector del liderazgo de la Alianza Cristiana y Misionera, mientras que otros respaldaron a candidatos como Humberto Lay u otros no necesariamente evangélicos. Podríamos incluir aquí denominaciones como la Iglesia Evangélica Peruana (IEP), Iglesia Presbiteriana, Asambleas de Dios, etc. Es probable que las referidas reciban la inevitable visita de candidatos presidenciales con menos intención de voto.
Las denominaciones e iglesias democráticas: Se hallan en peligro de extinción (¿recuerdan el pájaro “dodo” o los dinosaurios?). Tanto el pastor como los liderazgos mantienen una distinción entre intereses políticos e intereses eclesiales. Aunque son una minoría, representa el remanente crítico-pensante de una comunidad cada día más enajenada. Ahora bien, este grupo de iglesias acoge a la mayoría de evangélicos que aún comparten los particionados intereses de la izquierda en el Perú, pero dada sus condiciones democráticas (ausentes de proselitismos a ultranza) y su respeto por las reglas más elementales de la ciudadanía, está condenada a decrecer y extinguirse en una sociedad peruana primitiva en temas de consenso. Vale decir aquí que este grupo insignificante arrastra los eternos problemas de la izquierda del Perú; esto es, la incapacidad para forjar nuevos liderazgos, crear nuevos cuadros de actores políticos y desarrollar sistemas que aglomeren una masa votante consistente (¿temible paradoja no creen?). En suma, es poco probable que un candidato con aspiraciones serias se acerque a este sector, pues sus iglesias se componen – en el mejor de los casos – de cien a doscientos integrantes, los cuales decrecen proporcionalmente al desarrollo e impacto de las megaiglesias y su admirable capacidad para servir a los intereses de la bestia apocalíptica llamada mercado.
Asimismo, es importante destacar que los candidatos deberán tomar en cuenta la agenda política evangélica, la cual enarbola el discurso en contra de la homosexualidad, la valoración de la familia “tradicional”, el rechazo al aborto, etc. Ahora bien, candidatos como Alan García, Keiko Fujimori, PPK entre otros se movilizarán en función de las masas votantes. Es decir, si observan que el sector a favor de la Unión Civil o el aborto es mayor que aquel que está en contra, definitivamente el sector evangélico será marginado por ser una minoría, situación que podría darse y que en realidad favorecerían las intensiones políticas de Humberto Lay y Julio Rosas, actuales paladines de las retrógradas y vetustas ideas evangélicas que se encuentran en franco retroceso a nivel mundial. Lo cierto es que la masa votante evangélica y su crecimiento visibiliza en cada cada elección las virtudes y taras de una comunidad que hace mucho desterró el discurso en contra de la participación política desde la convicción religiosa.